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Bajo los Cerezos [Incesto Kiryu :3]

domingo, 1 de noviembre de 2009
Las flores de cerezo están cayendo- decía Ichiru mientras miraba por las ventanas de su residencia – OkaSan, OttoSan, ¿puedo salir? – el joven gemelo volteaba hacia donde su hermano.
El invierno acechaba en la región, pero la magia d esa familia permitía que las flores y planas florecieran. En el interior del hogar una llama consumía la madera produciendo un delicioso calor que hacia todo más cómodo. Los muebles de lino de tonalidades oscuras y sobrias resplandecían con la luz del fuego. El gran reloj de pared piqueteaba sobre la chimenea faltando poco para las once.
Zero miro por última vez la página que leía queriendo memorizar cada detalle como si fuera su última lectura, cerrando después el libro con sumo cuidado procurando no maltratar las hojas. Del otro lado, Ichiru lo contemplaba con respeto y admiración, ansioso, esperando la respuesta de su hermano.
-Vamos… Ichiru-le recordó Zero mientras se levantaba para dirigirse a la entrada y así poder salir. Ichiru sonrió y se camino hacia donde su hermano, que lo miraba calmadamente.

Ya, bajo los cerezos, aun con la suave y blanca nieve que caía la temperatura y el ambiente eran agradables, como la luz de los faroles que iluminaban el níveo paisaje. Las sonrisas y risas de ambos hermanos, así como las miradas eran un símbolo d su complicidad.
Ambos se veían entre sí, buscando un motivo para estar ahí, solos, uno más grande que la nieve y los cerezos. Aun en el silencio, con el viento que movía sus cabellos y la blancura que solo hacia resplandecer mas sus ojos violáceos. Sus miradas eran profundas, tanto que calaban el alma.
-Onii san- decía finalmente Ichiru, para olvidar el silencio, mientras se acercaba, jalando la manga de su hermano.
-Nanni?- preguntaba Zero, observando con ensoñación el rostro de su hermano. Aunque solo fueran dos minutos mayor, las diferencias eran enormes: Ichiru era 10 cm más bajo, sus orbes tenían un brillo interior dorado y las d Zero plateado, uno era más alegre y el oro callado y serio.Pasaron cinco minutos, los dos de la mano, contemplando las estrellas, el cielo, las flores, l rugir del viento y aquello que no se notaba: el amor entre hermanos. Finalmente, así como estaban, regresaron a su hogar, el silencio seguía presente, no faltaban palabras, eran hermanos y como tal lo sabían todo del otro.

COMENTARIO DEL AUTOR: Wii, ncontre mi OS perdido, espero que lo disfruten n__n

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